viernes, agosto 25, 2017

El hotel de Nené



En un hotel de la costa, muy lejos de mi familia, tumbado y satisfecho. Estoy acostado con Nené Boudoir en una cama con dosel. Descansamos; marcas de sudor y mordiscos, después de haber follado todo lo imaginable.

Nené Boudoir no es un hombre ni una mujer, es ambos y ninguno. Está formada por los trocitos preferidos del fetichismo de mucha gente. Y se acuesta conmigo, y también lo haría contigo, y con cualquier otra persona que ella piense que lo necesita.

Nené no vive del sexo, aunque podría: la gente hace cola para regalarle lo que ella quiera. Y le insisten sin cesar. Pero ella nunca acepta: nadie puede comprarla, poseerla o enjaularla. Es libre, caliente e infinita como un sol.

El día que Nené te llama y tú dejas de lado el mundo entero, aunque sea el cumpleaños de tu hija enferma, una boda, un velorio, y corres hacia ella. Y a l mejor has destrozado tu familia, igual has perdido el trabajo y vas a vivir en la calle el resto de tu vida. Pero corres como alma que lleva el diablo. Y esos minutos, esos segundos que te mira profundo a los ojos, mientras se corre, te corres, la llenas, te llena, valen lo que varias vidas. Después te acuestas. Ella escribe, y si tienes mucha suerte y le apetece, puede leerte un trocito de su diario con su voz de princesa quebrada.

Cuando todo termina sales del hotel, y el mundo vuelve a ser ese paisaje desvencijado y absurdo. Pero te vas cargado de una alegría que te alcanza para vivir mil vidas. 

Y tal vez un día, tal vez no muy lejano, Nené Boudoir volverá a requerirte con urgencia y un total desdén por tus rutinas.



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