lunes, octubre 29, 2012

No llegó a tiempo

No llegó a tiempo. Corrió cruzando media ciudad, como el viento entre los sauces, como la primavera llega cuando ya nadie la espera, agazapada, deshaciendo la nieve con la punta de los dedos.

Entró en la estación gritando tu nombre: "¡Claudia! ¡Claudia! ¡Claudiaaaaa!" cruzó la mirada con una chica en blanco y negro, cartel de perfume con ojos inexpresivos.

Ya no había tren en el andén, no había horario ni billete, y tú viajabas en la serpiente metálica perdida en otros pensamientos, quizás hacia otros brazos.

De rodillas en mitad de la gran sala, gente en los bancos que le mira con desaprobación, "ha gritado", "está loco", "qué molesto", y él, las manos sobre los ojos, el sombrero tirado en el suelo, llorando.

Al cabo de una enternidad hizo acopio de valor, decidió seguir adelante en un mundo cruel, sin ella. Recogió el sombrero y lo sacudió, ojos enrojecidos, mirada perdida, y el policía recién llegado le controlaba desde la puerta. Aturdido, sale por la puerta, vuelve a su casa, a su cama, a su cueva sin luz, sin vida. Sin Claudia.







 
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